Lo que se anuncio como una operación
derivada de 14 meses de investigación, contrasta con el informe de los elementos que participaron en las acciones, donde señalan que fue un incidente casual que culminó en una entrega sin resistencia
Policías que patrullaban para realizar “tareas de prevención del delito” en una carretera del estado de México, fueron rebasados “sin precaución” por tres vehículos que viajaban a alta velocidad. Los siguieron, les ordenaron por el altavoz de las patrullas detenerse, se detuvieron. El primero en bajar fue un hombre de tez blanca. Los agentes no lo sabían, pero habían detenido a Édgar Valdez Villarreal, La Barbie.
Más tarde, sin precisar cuándo, la Policía Federal le pidió que dijera sus datos generales, y les respondió que él era Édgar Valdez Villarreal, que le decían La Barbie, El Güero o El Tigrillo, y en ese momento les confesó que era narcotraficante. Les narró parte de su historia delictiva; que traficaba entre una y dos toneladas de cocaína por mes, que la traía de Colombia, y explicó cuáles eran sus rutas. Afirmó que él era responsable de levantones y ejecuciones de grupos rivales; detalló su relación con el extinto capo Arturo Beltrán Leyva, y reveló su participación en una cumbre de barones de la droga en 2007 en Cuernavaca.
La historia real de la captura de uno de los narcotraficantes, al que el gobierno ha identificado como uno de los más poderosos y sanguinarios, está contenida en el informe en el que la Policía Federal da parte de la detención de Édgar Valdez Villarreal a la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO).
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